sábado, 22 de septiembre de 2007

El hilo infinito

En algún día de mayo de 1989 mientras el Tamarugo, pesquero de 120 toneladas, iniciaba su proceso de lance de redes al mar a las 2 de la madrugada, por un error humano del motorista al soltar el copo, Hernán mi padre, es empujado por las redes sobre la borda y posteriormente cae al mar. El universo que corrió por la mente de mi padre fue infinito, a las 2 de la mañana en pleno océano oscuro, es casi seguro que nadie puede ser encontrado, pero mi padre cuando era lanzado por la fuerza del golpe a ese abismo húmedo alcanzó a aferrarse al cable de gareta, el cable prodigioso que he llamado el hilo infinito.

El instante en el cual el ser golpea el mar y es succionado por este, producto de la ropa de agua y las botas, parecían una eternidad, aferrado al cable y esperando que sus compañeros de trabajo lo rastrearan y subieran a cubierta. Sin duda que dicha experiencia merece una reflexión un poco menos racional y que esté más orientada al campo de las emociones, del pasado y futuro.

El hilo infinito, el que te conecta con el pasado, tus ancestros, la tribu primigenia. Y también con el futuro, con tus hijos, tus nietos, con el devenir. Por eso frente a la posibilidad de perder la vida todo tu ser emprende un viaje que recorre tus vidas pasadas y futuras, que no son más que pedasos de la historia del ser, pero lo mágico de esta experiencia tiene que ver con el devenir, con lo que se supone que vendrá, con lo que tu aún no sabes, porque no ha sucedido.

La proyección de tu vida como conexión esencial genera una enmarañada red de existencias verticales y horizontales que en definitiva es la gran red del universo, esa que desconocemos, que no vemos, o que ignoramos, esa red que define que la unidad del ser es única e inequívoca.

Frente a esa red con infinitos puntos de conexión hay otras redes paralelas que nos conectan espacialmente con los demás seres vivos del reino animal. Esta sorprendente constelación de puntos de conexión me lleva a pensar que el ser en si mismo es el universo.

Esa noche mi padre vio el universo porque se reflejó en el espejo del océano, y constató que el universo era y es él. Así como todo ser que habitó, habita y habitará esta maltratada tierra.

1 comentario:

Jimena Jorquera Fuentealba dijo...

Jimmy, me sorprendiste con el hilo infinito...