martes, 14 de agosto de 2007

Golpe, historia de una locura.

Eran las siete de la tarde, el toque de queda ya había entrado en vigor hace una hora, en la mesa del comedor la cena estaba servida en ese frió septiembre del `73, en la cabecera de mesa mi padre, en el otro extremo mi madre, además de mi hermano Juan, mis primos Ismael, Maritza y por supuesto yo. Se vivían tiempos de tensión, los militares habían dado un golpe de estado derrocando al presidente elegido constitucionalmente dando origen a un régimen defacto que traería mucho dolor a un pueblo que por mucho tiempo abrigó esperanzas en un futuro mejor. Mi tío Eduardo quien también vivía en la casa se había ido al campo tratando de escapar de la locura ya que era militante de un partido de izquierda ademas de obrero de la construcción, muchos de ellos estaban siendo detenidos y llevados a la Isla Quiriquina o a dos cuadras de mi casa en el fuerte el Morro, algunos años mas tarde conocería esos bunker en lo alto del Morro, porque aún siendo niños nos dejaban jugar cerca de ellos.

A mis nueve años tengo absoluta conciencia de lo que sucedía y muy fresco el recuerdo de estos hechos que les relato.
En la radio se escuchaban bandos tras bandos que la junta militar lanzaba por red nacional que más parecían bulas papales del tiempo de la inquisición. Entre vecinos se denunciaban para los militares se los llevarán, existía una suerte de vendeta mafiosa, y nadie estaba libre de ser despojado y humillado en cualquier momento.

Terminada la cena se empiezan a escuchar disparos a lo lejos, pero a medida que pasa los minutos estos disparos se acercan y se van haciendo más cerrados. Mi casa estaba en la esquina de Manuel Rodríguez con Autopista, es la entrada a la caleta, y al frente de ella se encontraba la Pesquera Iquique. Al parecer la pesquera había sido tomada por los obreros y desde ahí se atrincheraron para resistir. Sentimos mucho movimiento afuera de la casa, apagamos las luces y mi padre nos ordeno que nos metiéramos en los dormitorios y nos quedaramos bajo las camas tapando nos las cabezas por temor a una bala perdida ya que era fácil que en una casa completamente de madera como era la nuestra esto sucediera. Teníamos la certeza que a unos pasos de nuestra casa pusieron un a metralla de tres patas, mi primo Ismael, cuatro años mayor que yo se escurrió al patio con el fin de ir al baño y pudo observar dicha metralla, no se como pudo hacer eso. Luego de largas horas y una vigilia que parecía un abismo pudimos remontar nuestra camas, pero con un temor feroz y un futuro incierto.

Una vez amanecido, en la mañana salimos fuera y encontramos cientos de casquetes de bala en la esquina exterior de nuestra casa. Había mucho movimiento de infantes de marina y carabineros en la pesquera. Venciendo el temor mi curiosidad pudo más, cruce la calle y fui a la entrada de la pesquera que junto a otros niños mirábamos hacia el interior para saber que sucedía, pensábamos que el ser niño nos daba un aura de protección, pero la barbarie y la locura siempre pueden más, mi curiosidad de niño fue premiada con un culatazo de un carabinero de Chile, que me tuvo cojeando por mucho tiempo y ya transcurridos muchos años en los inviernos fríos el dolor no sede.

Lo que no he podido es saber que pasó con esos obreros que se tomaron la fabrica para defender un gobierno elegido democráticamente, no se si fueron detenidos o murieron en la defensa o fueron fusilados. Si bien el gobierno de la Unidad Popular cometió muchos errores, siempre respetó la vida y la dignidad humana lo cual quienes le precedieron nunca lo hicieron.

Quizás esos obreros dejaron esposas e hijos, hoy es posible que existan nietos, la vida siempre se abre camino, la esperanza por una vida mejor hoy cobra más vigencia que nunca frente a sistemas de producción injustos, sin respeto por la dignidad humana y a la naturaleza.

Hoy la caleta ve lejanos esos momentos que también la tubieron dividida en bandos opuestos, pero lo que no podemos olvidar son a los cientos de seres humanos que perdieron la vida. Muchos dirán "otra vez el pasado", pero los pueblos que no reconocen su pasado por doloroso que así sea no pueden mirar con la frente en alto el futuro.

1 comentario:

Luna Agua dijo...

Crear memoria ante el olvido.
Un emotivo homenaje a la memeria , el recuerdo que no debe morir.





Saludos