martes, 12 de junio de 2007

El peso de la ola

A principio de los años 70 recuerdo un rumor de una supuesta salida de mar, lo que ahora se llama sunami, yo tenía alrededor de 5 años, muchos colchones, catres, mesas y ropa fueron siendo colgados en los cielos rasos al interior de las viviendas de la caleta el morro por temor a que el mar entrara intempestivamente y sin permiso a los hogares. Los adultos asustados mirando el mar constantemente, los niños jugando no entendiendo mucho, pero los rumores y las carreras también afectaban las vidas pequeñas.
Latente estaba la historia que nos mencionaba mi padre, que había vivido el terremoto del año 60 que no tubo compasión con Valdivia inundándolo y asolando Chillán, destruyendo casas y edificios.
Nuestra caleta también se vio afectada por dicho maremoto, el mar entró un kilómetro al interior, mi hoy viejo padre me contaba que mandaron a las mujeres y niños al cerro el morro y los hombres adultos se quedaron sujetando y amarrado las cosas para que el mar no se las llevara. No tengo claro si el mar se llevo casas completas con sus enseres, pero lo que si recuerdo, en voz de mi padre, es que el bote verde sobrevivió, porque en el posterior rumor de salida de mar aún estaba ahí.

Pero lo que sí fue un "gran rumor", es el que se desencadenó generando una maraña de acontecimientos casi salido de alguna novela del genero latino americano del realismo mágico, esto sucedió el 16 de enero de 2005, una psicosis colectiva nublo las mentes de los habitantes del gran concepción y produjo una estampida de vecinos hacia los lugares más altos de las ciudades.
A las 12:00 de la noche, mi vecina, una anciana viuda de alrededor 60 años que vive con sus tres hijos nos grita despavorida y congojada a través de la pandereta que viene un sunami y hay que correr.
Sin dudarlo un segundo, producto de acontecimientos recientes que habían sucedido en el sudeste asiático, desperté a mis hijos y a mi esposa, nos vestimos rápidamente cerramos la casa y nos fuimos con rumbo incierto, sin antes dejar de llamar por teléfono a mis padres que viven en la comuna vecina para advertirles lo que se venia, la sapiensa y tranquilidad de mi madre aún me asombra "no importa hijo nosotros nos quedaremos aquí en la casa".
Una vez cerrada la casa nos encontramos con un mar de gente caminado con bolsos y abrigados con frazadas en sus espaldas, autos llenos, camionetas cargadas, recuerdo claramente un adulto joven que venia en sentido contrario que vociferaba desesperado "quedan cinco minutos, quedan cinco minutos". Nuestros rostros enmudecieron frente a tan dura afirmación los que nos llevó a apurar el paso.
Luego de caminar unos 10 minutos llegamos donde los padres de Ana, mi señora, nos subimos a dos autos, para tratar de salir de la ciudad lo cual nunca logramos.
Este acontecimiento que es producto de un rumor y de situaciones extrañas que sucedieron aquel día me lleva a pensar que el ser al verse atrapado por emosiones feroces olvida la reflexión racional y mesurada. Y cuando se ve enfrentado a este tipo de hechos la locura se apodera del ser racional....

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